Como el metro está muy sucio y da asco, nos dicen que tenemos que enfadarnos con los huelguistas y pedir el fin de la huelga, pues somos clientes y el cliente siempre tiene la razón. Nos lo dicen los periódicos, la televisión, los tertulianos y Nuestra Señora Esperanza Aguirre: nos dicen que estas no son maneras, que esta huelga es violenta, que el usuario sufre las consecuencias, que nuestros derechos como consumidores del mejor transporte público del mundo están siendo lesionados. Y nosotros miramos a nuestro alrededor y asentimos, pues estamos acostumbrados a creer en las palabras sensatas y razonables de los que más saben. Y no nos importa no saber.
Por otro lado, ¿qué pide esta gente? ¿De qué se quejan? ¿Acaso no tienen un empleo, con todo el paro que hay? Quieren, entre otras cosas, un mismo sueldo para todos los que hacen el mismo trabajo independientemente de la empresa que les (sub)contrate o de su categoría profesional, estabilidad y contratos indefinidos, una jornada de 35 horas laborales, subida de sueldo que la vida está muy cara y un plus de peligrosidad más que justificado, y precisar qué tipo de tareas pueden hacer o no las trabajadoras embarazadas. Sí, claro, y también la luna. A ver quien disfruta de esas ventajas, a ver quien, entre todos los que cogemos el metro cada mañana, tenemos un trabajo fijo y estable, y subidas de sueldo, y una Tabla Salarial única para todos los compañeros, cuando muchas veces no sé quien es el que está mi lado, ni qué empresa le paga, ni por cuanto tiempo y en qué condiciones. ¡Y 35 horas a la semana, con la que está cayendo! Y lo de las embarazadas…mejor que se queden calladitas, no vaya a ser que las despidan. Porque en mi trabajo lo hacen, ¿no?, yo lo he visto, y yo no llego ni a mileurista, y trabajo más de 40 horas y llego tarde a casa y a veces pringo los fines de semana y casi no tengo vacaciones, y no me quejo. ¿Por qué tienen que hacerlo estos, y encima fastidiando al resto?
Pero la vida también está muy sucia y da aún más asco, y sin embargo nadie nos dice que nos enfademos por ello, ni siquiera que tomemos conciencia de esa suciedad y de esa podredumbre. Porque todos hemos visto un montón de veces el video de la señora que se resbala por el aceite, ¿verdad?, pero el video de los obreros que diariamente se estrellan en la obra que no tiene medidas de seguridad, o que les aplasta la máquina que sin apenas preparación les han puesto entre las manos, ese video no lo ponen en televisión, ni en ningún lado. Tampoco hemos visto el video de una jornada cualquiera de los limpiadores del metro, esos que al parecer no tienen derecho a hacer huelga, si es una huelga de verdad: no hemos visto, por ejemplo, cómo pasan horas y horas, en palabras de uno de ellos, “respirando aire viciado, utilizando productos químicos en la limpieza de estaciones, vías y trenes, recogiendo basuras varias...excrementos, periódicos, klinex con sus mocos, pañales de niños, botellas de cristal, la mayoría de las veces rotas.... limpieza general de cualquier tipo de manchas, orines, esputos en una amplia variedad de colores y en cualquier superficie, paredes, cristales, suelos...vaciado de papeleras donde encuentras cucarachas de todos los tamaños a las que apartas para no llevártelas en la bolsa de recogida, etc...”.
Pero la vida también está muy sucia y da aún más asco, y sin embargo nadie nos dice que nos enfademos por ello, ni siquiera que tomemos conciencia de esa suciedad y de esa podredumbre. Porque todos hemos visto un montón de veces el video de la señora que se resbala por el aceite, ¿verdad?, pero el video de los obreros que diariamente se estrellan en la obra que no tiene medidas de seguridad, o que les aplasta la máquina que sin apenas preparación les han puesto entre las manos, ese video no lo ponen en televisión, ni en ningún lado. Tampoco hemos visto el video de una jornada cualquiera de los limpiadores del metro, esos que al parecer no tienen derecho a hacer huelga, si es una huelga de verdad: no hemos visto, por ejemplo, cómo pasan horas y horas, en palabras de uno de ellos, “respirando aire viciado, utilizando productos químicos en la limpieza de estaciones, vías y trenes, recogiendo basuras varias...excrementos, periódicos, klinex con sus mocos, pañales de niños, botellas de cristal, la mayoría de las veces rotas.... limpieza general de cualquier tipo de manchas, orines, esputos en una amplia variedad de colores y en cualquier superficie, paredes, cristales, suelos...vaciado de papeleras donde encuentras cucarachas de todos los tamaños a las que apartas para no llevártelas en la bolsa de recogida, etc...”.
Y la televisión tampoco nos cuenta quienes son las pobrecitas empresas que consideran “inasumible” el aumento de sueldo, como Ferroser y Eurolimp, filiales de Ferrovial, que mueve más de 10.000 millones de euros en la Bolsa, o CLECE, que pertenece nada menos que al ACS-Dragados del Florentino Pérez y su galaxia de lucro y avaricia, o Valoriza, que depende de Sacyr Vallehermoso, cuyo dueño, Luis del Rivero, se deja fotografiar desvergonzadamente delante de su colección de Hispano Suizas, Jaguars y Mercedes (ese seguro que nunca va en metro…), mientras que presume de invertir en Libia, Francia o la Conchinchina. No, nunca veremos en televisión una de sus juntas de accionistas, cuando deciden los despidos y se reparten los beneficios y blindan las indemnizaciones y las stock option de sus ejecutivos, no, eso no lo ve nadie, no vaya a ser que uno se pare a pensar y compare su vida y la de sus explotadores, porque ya se sabe que las comparaciones son odiosas, y peligrosos los malos pensamientos.
Que nadie se extrañe entonces que ante semejante panorama, que es también el nuestro y por eso nos revienta cualquier cosa que se salga de la norma y que levante la cabeza y que se atreva a plantar cara a los que nos pisotean en el trabajo, o cuando buscamos vivienda, o cuando compramos toda la mierda imbécil e inservible que nos venden a precio de oro y que desde luego no nos cura ni del aburrimiento ni de la tristeza, porque cada vez estamos más locos y más desesperados, y también más solos; ante este panorama contra el que casi nadie hace nada y prácticamente todos agachamos la cabeza como hacemos en el metro para no tener que vernos las caras, que nadie se extrañe que por una vez una huelga no sea una huelga limpia, es decir, decorativa e inútil, sino salvaje, decidida y a por todas. Si no, ¿para qué hacerla? ¿Se trata de caer simpáticos, o de sacar algo en claro peleando? ¿El esclavo debe sonreír, o morder?
A lo mejor es que esta gente tiene razón, y la televisión y los periódicos y los políticos y las empresas no.
A lo mejor no es que pueda y deba acordarme de eso que se llamaba solidaridad, y apoyar su lucha, sino que podría empezar a imitar sus métodos para aplicarlos allí donde más me duele, en mi propio trabajo, allí donde nace todo ese resentimiento y toda esa rabia que luego descargo sobre los que sólo tienen la “culpa” de no resignarse, y de luchar por sus derechos.
A lo mejor hay que empezar a ensuciar la oficina, y la fábrica, y las aulas, y las calles, y la ciudad entera para limpiar la vida.
A lo mejor hay que empezar, simplemente, a dejar de tener tanto miedo. Y de reconocer como compañeros a los que ya han dejado de tenerlo.
A lo mejor hay que empezar a vivir.
Que nadie se extrañe entonces que ante semejante panorama, que es también el nuestro y por eso nos revienta cualquier cosa que se salga de la norma y que levante la cabeza y que se atreva a plantar cara a los que nos pisotean en el trabajo, o cuando buscamos vivienda, o cuando compramos toda la mierda imbécil e inservible que nos venden a precio de oro y que desde luego no nos cura ni del aburrimiento ni de la tristeza, porque cada vez estamos más locos y más desesperados, y también más solos; ante este panorama contra el que casi nadie hace nada y prácticamente todos agachamos la cabeza como hacemos en el metro para no tener que vernos las caras, que nadie se extrañe que por una vez una huelga no sea una huelga limpia, es decir, decorativa e inútil, sino salvaje, decidida y a por todas. Si no, ¿para qué hacerla? ¿Se trata de caer simpáticos, o de sacar algo en claro peleando? ¿El esclavo debe sonreír, o morder?
A lo mejor es que esta gente tiene razón, y la televisión y los periódicos y los políticos y las empresas no.
A lo mejor no es que pueda y deba acordarme de eso que se llamaba solidaridad, y apoyar su lucha, sino que podría empezar a imitar sus métodos para aplicarlos allí donde más me duele, en mi propio trabajo, allí donde nace todo ese resentimiento y toda esa rabia que luego descargo sobre los que sólo tienen la “culpa” de no resignarse, y de luchar por sus derechos.
A lo mejor hay que empezar a ensuciar la oficina, y la fábrica, y las aulas, y las calles, y la ciudad entera para limpiar la vida.
A lo mejor hay que empezar, simplemente, a dejar de tener tanto miedo. Y de reconocer como compañeros a los que ya han dejado de tenerlo.
A lo mejor hay que empezar a vivir.
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